Los jóvenes hoy tienen que estar atentos para distinguir la voz de Dios en medio del ruido que no permite reflexionar. La voz de Dios tiene un mensaje para el hombre interior, y quiere dar luz en la vida. Guardando la Palabra y al orar para proteger su camino, el joven se encontrará en buen destino. La palabra y la oración tienen un sentido que se descubre con la fe y la razón, que son las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva a la contemplación de la verdad. Para algunos esta voz es molesta e incómoda, y tratan de desacreditarla atrincherados en los errores de la Iglesia; pero aquellos que la han descubierto se vuelven eco de esa voz.
La separación entre Iglesia y Estado, establecida con las leyes de Reforma en 1859, ha sido saludable para la sociedad mexicana; la anterior unión de estas fuerzas había ocasionado la corrupción de la jerarquía eclesiástica y de los gobernantes. Sin embargo, esta separación no debió haber incluido la división entre fe y vida en cada uno de los miembros de la sociedad, porque estos dos aspectos están y se mantienen en la persona: la persona que trabaja, que se comunica, que emprende, que se desarrolla y que vive en sociedad es la misma que cree.
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